La Mita
La mita era un sistema de trabajo utilizado por los incas donde cada ayllú (grupos de personas vinculados por linaje donde primaba el trabajo colectivo y la solidaridad) enviaba miembros de su clan para prestar servicios al imperio. Las personas eran reclutadas para la construcción de puentes, templos, caminos, fortalezas, etc., por turnos de tres meses. Los elegidos para desarrollar estas funciones eran varones entre 18 a 50 años.
La mita se acaba con el fin del imperio incaico y es retomada por el virrey Toledo, quien estableció 16 distritos entre el Cuzco y Potosí, donde se crearon grupos de indios a cargo de un corregidor que sería el encargado de designar qué miembros dentro de estos grupos debían ir a realizar estos trabajos obligatorios. Los elegidos eran destinados principalmente a trabajar en las minas de plata en Potosí.
En la mita incaica, el inca común y corriente trabajaba para el imperio, pero al mismo tiempo se veía beneficiado con las obras públicas en cuya construcción aportaba su fuerza de trabajo. Le servía que hubiesen puentes y caminos para movilizarse o fortalezas para protegerse de eventuales invasiones de otros grupos indígenas. En la española, la mita fue utilizada única y exclusivamente como una manera de explotar a la población indígena, haciéndola trabajar gratuitamente en labores cuyo rédito era totalmente para la corona española.
El espíritu que hay detrás de la mita es magnífico, porque implica involucrar a los ciudadanos en el desarrollo de sus ciudades, les permite generar un sentimiento de identidad fuerte con el progreso de su nación y económicamente le ahorra un nivel de recursos importante al Estado.
En países donde todas las obras públicas son concesionadas, donde el Estado despilfarra miles de millones en externalizar este tipo de servicios, que después terminamos pagando igual todos los ciudadanos mediante impuestos o peajes (en el caso de las autopistas y carreteras), imagínese un sistema como la mita. El Estado incurriría en gastos relacionados con materiales, equipamiento y un jefe de obra.
El resto, la mano de obra, la ponemos los ciudadanos de todas las clases sociales elegidos mediante un sorteo, por turnos (máximo una vez al mes) y con derecho al pago de alimentación y movilización, previa capacitación de los escogidos. El resultado es la construcción de una obra pública necesaria para el progreso del país, con una menor inversión estatal, que permitiría que esos recursos se utilicen en mejorar la salud o la educación pública y consecuentemente que los ciudadanos no tuviésemos que estar pagando los servicios que las concesionarias prestan.
Ejemplos de la mita han existido recientemente con éxito. En los dos periodos gubernamentales de Fernando Belaúnde en Perú (1963-1968 y 1980-1985) se creó una institución llamada Cooperación Popular, que replicaba el principio ancestral de la mita en el siglo XX. Esto permitió que el gobierno peruano construyera carreteras, canales de riego, represamientos e infraestructura comunal y municipal con un bajo costo, permitiendo al país superar el precario nivel de infraestructura que tenía hasta ese entonces. Al ver el éxito que tuvo este modelo en los 60, Corea del Sur envió expertos a estudiar su funcionamiento y lo replicó, siendo la base del éxito de la industrialización que muestra hoy en día ese país.
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