La Brea y Pariñas

 

La Brea y Pariñas es un complejo petrolífero ubicado en la provincia de Talara, en Piura, bien al norte, ahí cerca de Ecuador. En 1888 un privado le traspasa los derechos para explotar los yacimientos petrolíferos a la empresa inglesa London and Pacific Petroleum. Llega el gobierno peruano a tocarles la puerta y les dice "caballeros, ustedes saben que tienen que pagar un impuesto", a lo que los ingleses respondieron "yes, sir". Y aquí viene el primer gran negocio de los ingleses, dado que al parecer le dijeron a los peruanos "we don´t have money, we are poor.". A esto se agrega que los ingleses señalaron que sólo utilizarían 10 pertenencias, por lo que el gobierno de la época consideró justo aplicarles un impuesto de 30 soles anuales, esto es, 3 soles por pertenencia.

Bueno, qué ocurrió se preguntará usted. Los ingleses, reconocidos universalmente por su caballerosidad pero también por sus prácticas comerciales abusivas around the world, no encontraron nada mejor que seguir declarando que explotaban 10 pertenencias a lo largo del tiempo, hasta que en 1911 un ingeniero peruano los denunció públicamente diciendo "es tan real que ellos explotan sólo 10 pertenencias como que mi señora es una rusa de metro noventa". Como la señora del ingeniero peruano no era rusa ni medía metro noventa, las autoridades de la época se alarmaron e iniciaron una investigación que concluyó que los ingleses eran propietarios de 41.614 pertinencias, sólo se les había olvidado declarar 41.604 durante más de 20 años (oye, un error así lo comete cualquiera (¿?)). Como consecuencia de esto, los peruanos les exigieron pagar los impuestos correspondientes a la cantidad de pertenencias que tenían, algo que resulta lógico dentro de la relación comercial entre un estado y una transnacional que explota recursos naturales en el territorio de ese estado, pero para los ingleses no era tan lógico, por lo que se ofendieron y los fueron a acusar con sus autoridades.

El asunto terminó con el laudo de París, que condenaba a la International Petroleum Company (de ahora en adelante IPC), que adquirió los derechos de la London and Pacific Petroleum en Perú, a pagar los impuestos respectivos por la cantidad de pertenencias que tenían y a saldar la deuda histórica mediante el pago de una única suma de un millón de pesos en oro americano. En otras palabras, los tipos tenían que empezar a pagar por primera vez lo que debieron haber pagado durante los pasados 20 años.

Me imagino que el lector sospecha qué fue lo que pasó. Así es, la IPC adoptó la actitud de padre demandado por pensión de alimentos, esto es, pago lo que quiso, cuando quiso y después no pagó nada más. Lo más grave es que esto ocurrió con pleno conocimiento de las autoridades de la época. ¿Será necesario señalar que la IPC fue una filial canadiense de la Standard Oil de New Jersey? (de los ingleses me esperó de todo, pero de los norteamericanos jamás lo hubiese pensado (¿?¿?))

Este abuso y enriquecimiento ilícito de los norteamericanos con el petróleo peruano siguió incólume hasta 1963. Ahí apareció Fernando Belaúnde, elegido presidente ese año, quien tuvo como una de sus principales promesas de campaña solucionar el problema de La Brea y Pariñas. Se sentó, negoció y en 1968 el estado peruano y los altos directivos de la IPC dieron a luz el Acta de Talara, que fue un acuerdo para que gran parte de los campos petroleros pasaran a manos de la Empresa Petrolera Fiscal (de ahora en adelante EPF), sumado a que la IPC se obligaba a comprar todo lo que la EPF le quisiera vender. Suena bonito, pero...

El renunciado presidente de la EPF se fue medio picado, no se había tomado los ansiolíticos ese día y reventó el globo, revelando que al contrato firmado entre la EPF y la IPC le faltaba la página once, que era la que regulaba los precios de las operaciones comerciales de petróleo crudo entre ambas empresas. Y ahí estaba el señor Juan Velasco Alvarado, quien pacientemente esperaba su oportunidad para "pronunciarse". Hizo un par de llamados de coordinación, convenció a un par de altos mandos y le hizo un golpe de Estado a Belaúnde, quien partió exiliado a Argentina. La razón: el "entreguismo" del gobierno peruano con la IPC.

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