La pelea entre hermanastros

 

La guerra de sucesión incaica comienza el año 1529 y tuvo como protagonistas a Huáscar y Atahualpa, hijos de Huayna Cápac.

Huayna Cápac, nieto de Pachacútec, tuvo nueve mujeres y veintitrés hijos, lo que nos permite concluir que, por una parte, era un hombre en permanente búsqueda del amor y, por otra parte, si no estaba resolviendo asuntos de estado estaba culeando. Dentro de estas múltiples noches de amor del gobernador nacieron Huáscar (concebido con Mama Coya Rahua Ocllo) y Atahualpa (concebido con Mama Palla Tocto Coca).

En 1525 fallece Huayna Cápac en Quito producto de la viruela, enfermedad que llegó a América con la conquista española. Había designado como sucesor a Ninan Cuyuchi (su hijo mayor), pero éste también muere, quedando el imperio sin heredero designado. Al momento de la muerte de Huayna Cápac, era Huáscar quien se encontraba gobernando en Cuzco, mientras que Atahualpa se hallaba con su padre en Quito. La historia cuenta que la madre de Huáscar se adelantó a la comitiva que iba con el cuerpo de Huayna Cápac a Cuzco para recibir incaica sepultura, comunicó la noticia a su hijo y éste a la nobleza cusqueña, que lo proclamó su emperador.

Atahualpa se encontraba en campañas militares cuando se entera de todo y le cayó como patada en las gónadas la proclamación de Huáscar, pero no quiso armar escándalo. Los amigos lo molestaban con que el hermano se la había hecho, que mientras él sacrificaba la vida por ampliar las conquistas del imperio el hermano estaba en Cuzco gozando la vida loca o que su papá no lo quería. Sin embargo, Atahualpa no perdió el control, porque no quería que Wiracocha se enojara con él ni generarle un malestar a su papi en el más allá, por lo que se quedó tranquilo.

Huáscar, en cambio, estaba paranoico. "Que el Atahualpa es más fuerte que yo", "Que sus tropas son más mejores que las mías", "Que el loco tiene el medio ejército y a mi sólo me apoyan estos viejos culeados" (refiriéndose de manera grosera a la honorable nobleza cusqueña). Precavido, Huáscar armó un ejército con tropas locales apoyado por los cañaris, tribu que le tenía sangre en el ojo a Atahualpa porque éste los había derrotado en una batalla años anteriores.

Cuando la situación entre los hermanastros por lado paterno se puso tensa, Atahualpa marchó con sus tropas a Tomepampa. Esta avanzada fue respondida por Huáscar, quien le mandó a sus amigos matones para que le fueran a hacer una visita y se armó el club de la pelea versión incaica. Varias batallas se libraron entre ambas tropas resultando vencedor el bando atahualpista, lo que trajo como consecuencia el apresamiento de Huáscar por Quizquiz y Chalcuchímac (generales de las tropas de Atahualpa).

El final de la historia es propio de una película dramática de acción. A sabiendas de la victoria de sus tropas, Atahualpa marchaba hacia Cuzco para asumir el trono, pero se encuentra en Cajamarca con las tropas del Pancho, más conocido como Francisco Pizarro, quien buscando demostrar su autoridad frente a sus muchachos lo apresa. Su detención hizo que Atahualpa se atrapara en pensamientos al no poder hacer presencia en la ciudad para asumir el trono de emperador, por lo que resolvió ordenar la ejecución de Huáscar y de todos sus familiares. Podría haber sido una ejecución común y corriente, pero Atahualpa quería que su hermano lo pasara mal. Las malas lenguas dicen que el origen de la rabia de Atahualpa con Huáscar era porque a este último le llegaban mejores juguetes cuando niño, le hacían chombas bonitas y le armaron una gran fiesta de graduación en Macchu Picchu, mientras que Atahualpa heredaba la ropa usada, los juguetes usados y cuando le correspondía su fiesta de graduación el papá lo mandó a pelear con él.

¿Qué hizo Atahualpa para vengarse? Lo obligó a observar la ejecución de cada uno de sus familiares para posteriormente ser asesinado y su cadáver lanzado a un río, osea ni siquiera le dio el derecho a tener una incaica sepultura.

Pizarro se enteró de esto y lo encontró atroz. Él pensaba en el Gonza Pizarro, su hermano menor, a quien adoraba independiente de su pasado zorrón. Le confesaba a sus amigos su impacto ante la noticia recibida de la siguiente forma: "Ostia tío, que este Atahualpa es un criminal y un demente. Yo, para serles sincero, violo indias, degollo indios, me robo absolutamente todo lo que encuentro, llámese plata, oro, vestimentas, hasta los dulces de los niños, pero jamás le haría algo a un hermano".

Mientras todo esto pasaba, Pancho extorsionaba a Atahualpa diciéndole que si quería recuperar la libertad debía revelar dónde tenía las riquezas. Por miedo, el líder inca le ofreció todo lo que tenía, cosa que fue aprovechada por Pizarro para enriquecerse desmedidamente. Pero aún así, el pobre Pancho no pudo con su conciencia, le parecía que estaba frente a un monstruo de quien la noble sociedad colonial que se formaba debía librarse, por lo que ordenó su ejecución en el garrote mediante ahorcamiento, mandato que fue cumplido el día 26 de julio de 1533.

Se habla de la decadencia del imperio incaico porque nunca volvieron a ser lo que fueron en su minuto. Para los españoles fue muy fácil la conquista del Perú, porque los incas estaban en una guerra civil, se estaban matando entre ellos en vez de combatir unidos a los conquistadores. Quedará para siempre la duda de qué hubiese pasado si el imperio incaico hubiese estado unido al momento en que los españoles inician la ofensiva militar para conquistar su territorio. Estaríamos contando otra historia, una de masacre seguramente porque el modus operandi de los españoles en América fue ese, pero pudo haber habido una resistencia mucho mayor. 

La conclusión que nos deja la historia de Huascar y Atahualpa es que cuando uno tiene una diferencia con un hermano o algún miembro de su clan familiar, es importante conversar y resolver de manera civilizada los conflictos. No hay para qué llegar a los extremos optados por estos dos líderes incaicos, quienes pudieron haber quedado en la historia como grandes caudillos de la resistencia contra los conquistadores y optaron por eliminarse mutuamente. El pueblo unido jamás será vencido es una frase que no aplicaron los incas.

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