El japonés

Alberto Kenya Fujimori Fujimori nació en Lima el 28 de julio de 1938. Hijo de padres japoneses que emigraron a Perú en busca de una nueva vida, Naoichi le metió huevos para darle una educación aceptable a sus crianzas. Fue así que el primogénito se lució con las mejores notas en el colegio y en la Universidad. Finalizó la carrera de agronomía, para después estudiar física y ciencias matemáticas en el exterior.

Todo bien con la academia y el mundo privado, pero al bueno de Alberto le gustaba figurar. Primero fue en la televisión, para luego bajarle con la política. "Soy un tipo inteligente, sensato e incorruptible", se decía a sí mismo cuando se observaba en el espejo. 

Para aterrizar sus deseos de poder, creó en 1989 un partido político llamado Cambio 90, que irrumpiría con inusitado éxito en la política peruana un año después. Contra todo pronóstico, en las elecciones presidenciales pasó a segunda vuelta con Mario Vargas Llosa, que representaba a la derecha tradicional, a quien superó claramente en aquella instancia. Para obtener el premio gordo, contó con el apoyo de movimientos políticos de izquierda y del gobierno aprista de Alan García. 

Las claves del éxito de Fujimori se explican por la decepción del grueso de la ciudadanía con los partidos políticos tradicionales, dadas las constantes promesas incumplidas por parte de quienes habían detentado el poder. Entre oligarcas de derechas y de izquierdas, emergió la figura del japonés, que logró un importante raigambre popular y encantó a los ciudadanos con un discurso distinto al del resto. Fueron justamente esas propuestas de cambio las que convencieron a los millones que lo votaron.  

Fue así como se inició la década del fujimorismo en Perú. Una ideología política con un sello definido. Se centró en la figura del ex presidente y de su asesor Vladimiro Montecinos, quienes impulsaron el conservadurismo, el liberalismo económico y el populismo como caballos de batalla. 

Su primer gobierno será recordado por cuatro aspectos fundamentales: el cierre del Congreso, el paquete de medidas económicas introducidas para reactivar el país que contó con la intromisión de EEUU y el FMI, la aprobación de una nueva Constitución y la captura de los líderes de Sendero Luminoso y del MRTA. 

Por su parte, su segundo gobierno se caracterizó por la ley de amnistía donde hizo un “perdonazo” a todos los agentes del Estado involucrados en violaciones a DDHH, la ley de interpretación auténtica donde buscó postular a un tercer período gubernamental, la famosa operación Chavín de Huántar, donde aniquilaron a miembros del MRTA en dependencias de la Embajada de Japón y por los numerosos casos de corrupción que lo involucraban junto con sus asesores.

A fines de los 90, Fujimori y sus fanáticos eran mayoría en el Congreso, por lo que decidieron que el japonés se podía presentar a una tercera elección, siendo que la ley de interpretación auténtica ya había sido declarada ilegal. Por aquel entonces, una elección en Perú era menos transparente que un mar de petróleo, por lo que evidentemente salió elegido para un tercer mandato.

Si bien el Fujimorismo lograba pasar al nuevo siglo en el poder, un acontecimiento jugoso habría de venir. El “Vladivideo”, que consistió en un video donde se veía a su yunta Vladi Montecinos sobornando a distintos políticos para que le dieran apoyo a su amigo de ojos rasgados.

Tras eso, Vladimiro salió volando del gobierno y, al poco tiempo, tras un viaje a Japón, nuestro querido Alberto decidió quedarse una temporada en tierras de sus ancestros, comunicando su renuncia mediante fax. El Congreso no le acepto su renuncia, sin embargo, lo sacó cascando considerando que no contaba con las capacidades psíquicas para ejercer el cargo, impidiendo que ejerciera cargos públicos por 10 años.

Con el tiempo se inició una persecución penal contra el japo por corrupción y por violaciones a derechos humanos. Si bien su segunda nación jamás aceptó la extradición de Alberto a Perú, si lo hizo Chile, territorio donde fue detenido el 2005 el ex presidente. 

Una vez llegado a Lima, le dieron como bombo en fiesta. Entre sentencias condenatorias por delitos de lesa humanidad y por chorero, a Fujimori le iban a faltar vidas para cumplir condena. 

En 2017, otro corrupto como el economista Kuczynski, lo indultó, sin embargo, al poco tiempo el polaco se fue volando del cargo por tener las manos sucias. Su sucesor, Martín Vizcarra, lo envió de regreso a la prisión.

Desde el retorno a la democracia, Fujimori es, sin lugar a dudas, la figura política más importante de Perú. El triunfo en la batalla contra los grupos terroristas y la implantación de un modelo económico que le trajo prosperidad al país son sus puntos altos. Lo negativo se resume en corrupción, mano larga con el erario público, autoritarismo, afán de perpetuarse en el poder y violación a derechos humanos. Tranquilo el historial de Sir Albert of Japan.

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